martes, 9 de febrero de 2021

Epa hermano!

 


Epa, hermano!



Ven acá hermano,
que te quiero abrazar,
deseo apretar tu mano,
anhelo tu amor filial,
y no es por mero capricho
ni por cosas del azar,
es por nuestra madre, 
insignia señorial,
que nos enseñó a amar;
siendo un apego,
es nuestro deber, honrar.
Acaso la lejanía,
lo imposibilitaría?
Si con fe actuamos, 
sería epifanía, amor 
y cercanía.
Entonces hermanos míos,
estemos donde estemos,
cerca o lejos, en el polo norte 
o el polo sur,
un raudal de amor
nos dejará satisfechos,
porque si hay afecto,
nada será quimérico.
Podemos estar en Europa, 
Estados Unidos o América del Sur, 
donde sea, seremos iluminados 
por esa luz, esa energía, 
que irradia amistad,
al compás de las cadencias dóciles 
de la hermandad.
Escribo estos versos, 
queridos hermanos, 
para resaltar que entre la diáspora
y la patria, no hay distancia 
y mucho menos, olvido; 
existimos con dignidad, 
y contra viento y marea, 
no han podido dispersar el cariño, 
por el contrario ante la necesidad, 
nos crecemos, nos damos alivio 
y así seguimos escribiendo 
la historia de una pasión, 
que florece, con solícito 
e inmarcesible amor, 
en los exuberantes, innovadores 
y recónditos lugares 
del diverso mundo exterior.
Si algo hemos aprendido 
en esta lucha asimétrica, 
es que la familia unida, 
es la mejor receta. 
Por eso estoy orgulloso 
de mis hermanos impolutos, 
que demuestran con sus actos 
lo mejor del ser humano.
La bondad y el desprendimiento 
hacen de días oscuros, 
oportunidades de esplendor familiar.
Y en este contexto surgen los hijos 
y los sobrinos, 
que forman parte 
de la orquesta familiar. 
De cada hermano emanan frutos, 
expresión genuina de gentileza 
y respeto, de paz y entendimiento, 
de tolerancia y aceptación.
Epa hermano del alma,
eres sagrado en mi vida,
eso no lo puedo ocultar,
eres una bendición de Dios,
un abrazo grande, una unción, una serenata, una hermosa canción.





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