Mamá...
En sutiles rosas, existes,
y tu canto arruya al jardín,
donde floreces.
Tu frescura lo perfuma
de amor eterno
y el recuerdo, lo hace vergel.
Y en cada amanecer, apareces.
El rocio, el gorjeo de las aves
y la leve aura te develan.
Tenues rayos del Sol
anuncian tu aparición.
Un nuevo día, lleno de fe,
delinea el esplendor.
Ecos matutinos se escuchan
en la senda donde estás,
para bendecir los seres
que te evocan desde su piedad.
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