Discurso de Toma
de Posesión, 9 de noviembre de 2004, de Rafael Parra Barrios como Alcalde del municipio Independencia, estado Yaracuy, Venezuela.
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Ciudadana Francisca
Galíndez, Presidenta del Concejo Municipal y demás miembros
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Ciudadano Iván
Aparicio, Alcalde saliente
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Legisladores y
Legisladoras del CLEY
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Amigo Eduardo Lapi
García, Ex Gobernador del estado Yaracuy
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Representantes de
la Iglesia Católica, del Consejo Local de Políticas Públicas, de las
Asociaciones de Vecinos y de los Partidos Políticos
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Ciudadanas y
Ciudadanos
Vengo a tomar juramento ante el honorable
Concejo Municipal de Independencia y dar fe ante el Todopoderoso que les
cumpliré. Vengo a darle las gracias a Dios y al pueblo Independence, cargado de
sueños, buenas intenciones y bendiciones, por permitirme ser su Alcalde en el
periodo 2004-2008. ¡Gracias! ¡Muchísimas gracias! Vengo, amigos y amigas,
ciudadanos y ciudadanas, con una maleta llena de ilusiones para modernizar el
municipio. Vengo con un equipo de gente valiosa dispuesto a trabajar contigo y
con todos por el progreso local. Vengo a labrar con honestidad la tierra
ubérrima del lar dilecto y con principios y valores sembrar una gestión de compromiso,
lealtad y testimonios de fraternidad. Vengo a hablarles en plural y a ratificar
el programa de gerencia pública que hice en la campaña electoral recientemente
finalizada.
Este gobierno que arranca se basará en la
democracia participativa, en la necesidad histórica e impostergable de
municipalizar, comunitarizar y ciudadanizar las políticas públicas a diseñar y
a aplicar; y en la concreción de consensos para que la inclusión social y la
paz reinen en nuestra localidad. Esta senda a transitar supone que hay que
consolidar la autonomía del poder público municipal a través del dialogo
social, la cooperación entre los poderes públicos y la sociedad, la
descentralización administrativa y la desconcentración de las instituciones. Es
un reto necesario porque implica más y mejores oportunidades para la gente en
las áreas sociales, económicas, políticas y culturales, vitales para su futuro.
En este panorama es obligatorio disminuir
el gigantismo del Estado, y hasta el centralismo, para darle musculo al municipio
y mayor fuerza creadora y creativa a la sociedad. La hora que se vive emerge de
municipios autónomos, asociativos, solidarios, saludables, emprendedores,
participativos, ecológicos y competitivos. Municipios conducidos con el
corazón, la pasión y el amor hacia el prójimo, con resultados, logros y
reivindicaciones colectivas. ¿Cómo hacerlo? Cómo impulsarlo? Indudablemente que
con el ejercicio de los derechos políticos, de la participación ciudadana y de
la existencia de excelentes gestiones de gobierno, dispuestos juntos a definir
una agenda primaria y temática para la defensa de los derechos humanos. Se
trata de convertir a la sociedad en un gran foro social, económico y político
permanente, pluralista y con la propagación de un debate político de altura,
programático, cuyo epicentro sea la gente y sus circunstancias; la comunidad y
sus antinomias, y el ser y el deber ser de la localidad. Desde luego que el
disenso y el consenso se harán presentes como parte de la lucha social, el
pluralismo político y la heterogeneidad social, que caracteriza al municipio.
El debate público debe fundamentarse en la
conciencia ciudadana, en la luz social de la persona y en el humanismo de la
sociedad, premisas sin las cuales sería imposible conceptualizar y definir las
políticas municipales para el cambio de la sociedad, que poseen una connotación
principista, donde la hermandad, la paz, la comunicación y la convivencia
ciudadana prestigian el quehacer diario de las comunidades.
El municipio es la casa de la descentralización,
porque en esencia, éste poder público, es el nivel de gobierno más cercano a la
gente, y si bien es cierto que la descentralización y la desconcentración
aterrizan en su ámbito, también es verdad que a partir del mismo las políticas
de apertura y transformación se pueden profundizar. Vale decir que desde el
municipio se pueden aplicar dos tipos de descentralización, a saber, la
horizontal, que va del municipio al municipio (Macro políticas municipales) y
la vertical, que va del municipio a la comunidad (Micro políticas
comunitarias).
Toda esta visión compartida conlleva al
Desarrollo Local Sustentable, fundada en sueños, reivindicaciones, necesidades
y aspiraciones de los seres humanos gregarios que creen en el equilibrio
ecológico. En este esquema de desarrollo, la historia y la geografía, la
población y el territorio, el tiempo y el espacio, interactúan para conquistar
la equidad social y el crecimiento económico, con alicientes como el municipio
competitivo, ecológico, generador de empleo decente; productor de bienes,
servicios y programas sociales.
En esta ruta es auténticamente válido
saber hacia dónde va el municipio. Y la auténtica respuesta tiene que ver con
la dirección histórica de las autoridades, los ciudadanos, el gobierno y el
estado. Las autoridades deben tener humildad, respeto hacia las personas y
comunidades, deben practicar la honestidad, la transparencia y la
trascendencia, y tener ante todo un plan factible de vuelo. Los ciudadanos
deben estar comprometidos con las transformaciones estructurales de la
sociedad, dándole brillo con su conciencia, praxis y solidaridad. El gobierno
debe ser proactivo y buscar resolver los
problemas de la sociedad. El Estado debe hacer del municipio una fábrica masiva
de políticas y acciones públicas basadas en el bien común. En todo caso
encumbrar al municipio como poder social, contractual y consensual, propiciador
de historias y caminos solidarios. Se trata de luchar con honor por los deberes
y derechos del hombre y su conciencia.
El municipio es una cultura y necesita,
merece, una cultura. Requiere un ambiente creado por el propio hombre sin
lesionar sus cantos, danzas, poesías y su ecología. El municipio es y exige
fundamentación histórica, ética y futurista. Clama tiempo y espacio, identidad,
valores, tradiciones y costumbres para realizarse. Es y urge democracia,
humanismo, dignidad humana y pluralismo socio-político. Si fortalecemos al
municipio haremos más democracia, más justicia social y más unidad. De ser así, es el ámbito por
excelencia para la inclusión social, para promover la justicia social y para
fomentar instituciones proclives a estructurar un mundo de paz, respeto y
entendimiento.
La nueva Alcaldía tiene el deber de
establecer un dialogo social que provea políticas públicas adecuadas a las necesidades de las personas y
comunidades, que nutran su espíritu y permitan su consagración. Una jefatura
que respete al pueblo, al Concejo Municipal, a los trabajadores, empresarios,
medios de comunicación e instituciones públicas y privadas. Una corporación que
entienda que su vigencia pasa por honrar los derechos de los ciudadanos para
que la soberanía de su identidad histórica prele ante cualquier tentación de
abuso.
Ser Alcalde, estoy seguro, será una
experiencia hermosa, y sé que es y será así porque nací y me formé para servir.
Será una prueba que Dios colocó en mi vida y estoy convencido que es una
oportunidad para apoyar a la gente humilde con más y mayor democracia, con más
y mayor participación civilista, con más y mayor descentralización, con más y
mayor justicia. Ser rector de un municipio es a la vez difícil porque los
recursos económicos son pocos y los problemas muchos; porque se enajenan las
competencias municipales y se privilegia el centralismo. Hay que apelar al
ingenio, a la inventiva y a la coordinación intersectorial para vibrar al ritmo
de los anhelos de las comunidades. Es difícil porque todos los problemas, sean
o no competencias del municipio, hay que abordarlos con sentido de
responsabilidad y articulación con la sociedad y demás poderes públicos. Es la
única posibilidad que se tiene para avanzar por los caminos escabrosos de una
sociedad en crisis. Ese es el desafío a enfrentar y a emprender. Ese es el
tamaño del reto que asumo y estoy seguro, que juntos, unidos y en comunión
permanente, lo lograremos.
Les
ratifico entonces que no vengo a presentar un catálogo de promesas. Vengo a
decirles que gobernar es hacer, y por eso expongo ante este noble y luchador
pueblo de Independencia un conjunto de lineamientos fundamentales para el
Desarrollo Local, un boceto de ideas para la acción, a saber: Partir de la
legitimidad de las autoridades y de la consolidación de la gobernabilidad municipal para garantizar el
éxito del desarrollo sustentable. Liderar una gestión pública subordinada a la
ética. Nombrar un equipo sensible y eficiente. Promover la participación
ciudadana, y convertir a los habitantes en ciudadanos para confeccionar una
sociedad de deberes y derechos, comprometida con su futuro. Fomentar la
planificación ciudadana y el diagnóstico participativo. Garantizar la
democracia y el desarrollo comunitario. Producir bienes, servicios públicos y
programas sociales para una elevada calidad de vida humana. Modernizar la
institucionalidad local. Descentralizar y desconcentrar funciones y
competencias para las comunidades organizadas. Rescatar la autonomía política,
administrativa y económica del municipio. Reclutar recursos humanos competentes
y competitivos. Apoyar a empresarios innovadores. Respetar los derechos de los
trabajadores y estimular el cumplimiento
de sus tareas. Incentivar la inversión privada. Definir y ejecutar políticas
para combatir la pobreza, el desempleo y la inseguridad. Capacitar a las comunidades en temas estratégicos para
el desarrollo local. Respetar la división de poderes y sus respectivas
autonomías. Sembrar la asociatividad como base del municipio productivo y
competitivo. Convertir las ventajas comparativas y cooperativistas en ventajas
competitivas. En definitiva un terreno afortunadamente fecundo, digno de sembradíos y cosechas, de
fe y amor, de cambio y paz. Vengo y aquí estoy. Vengo y aquí estamos. ¡Gracias
y un abrazo!
Siete años de un discurso que se mantiene vigente...
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